Adios Oh Gran Amigo Helado!

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Au Pluton,
Querido Señor del Inframundo, Príncipe de las Tinieblas, Barón de las Regiones Heladas, Vecino Más Lejano: el 24 de agosto de este año nos rompieron el corazón. Tus fans, tus siempre leales admiradores desde que fuiste integrado al Sistema Solar en 1930 por el científico estadounidense Clyde Tombaugh, estamos de luto pero también estamos contigo. Nunca tuvimos la oportunidad de conocerte en persona –agradecimos que hayas entendido que un viaje de más de 5,000 mil millones de kilómetros era un poco complicado para todos–, de organizar un picnic a -233 ºC, de pasar un día maravilloso –bueno, el equivalente a seis días terrestres, no por eso menos maravillosos– en tus heladas planicies, dilucidando sobre tu delgada figura (que nos han dicho ahora es más pequeña incluso que nuestra luna) y tus caprichos elípticos y orbitales que te hicieron el Rebelde Sin Causa del Cosmos. Pero claro, qué más podíamos esperar de Hades. Te conocimos por los libros, por las enciclopedias, por los planetarios, y ahora nos han roto el corazón. La Asociación Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) decidió despojarte de tu carácter de planeta. Ya no son nueve, ahora son ocho. Resulta que sólo eres “un miembro grande” del cinturón de Kuiper. Nos han dicho que sólo eres (cito a la Britannica, esos cabrones traidores) parte de “una colección de restos de roca y hielo que quedaron luego de la formación del Sistema Solar”. ¿Cómo es posible? Un planeta, nos dicen los astrónomos, no emiten brillo y son opacos (tú siempre brillaste por el desmadre que creaste entre la comunidad científica, ahí no los podemos contradecir), y poseen órbitas casi circulares alrededor del sol (bueno, mi querido Hades, sabías que esos caprichosos modales no te iban a llevar a nada bueno).
¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué van a hacer los astrólogos, nuevos machotes para sus cartas astrales? ¿Qué sucederá con toda la gente Escorpión, regida en buena medida por ti? ¿Deberemos llamarles huérfanos astronómicos? ¿Quién les ha ofrecido una explicación sobre quién regirá ahora sus emociones? Lo bueno es que quien esto escribe no cree en el horóscopo, pero me imagino que mucha gente debe sentirse un poco destanteada. Mi padre me regaló, a principios de los ochenta, un hermoso atlas del cosmos de la Sociedad National Geographic. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno… mierda, suena mal. Suena incompleto. Aquel atlas venía ilustrado con cada dios del panteón grecorromano, y aunque Júpiter se veía imponente, y el dios Marte tenía más venas saltadas que Lou Ferrigno, ninguno se comparaba a ti, al Oscuro Señor de la Muerte, a Mictlantecuhtli, a aquel que (esto es la única certeza que nadie puede negar) nos recibirá cuando nos llegue el momento, cuando nos agarre la Parca (la Pelona, la Desdentada, la Chingada) y pasemos a (espero) mejor vida. Esos son tus dominios, oscuros, misteriosos, místicos, y por eso te admirábamos. Por favor trata de entender nuestro desconcierto. Los cambios cósmicos, incluso en estos días en los que la gente está más preocupada por pagar la tenencia o escoger qué película verá el sábado, siempre dejan una huella profunda. Galileo, Copérnico y Newton eran hombres de ciencia, pero también punks que derribaron mitos y cambiaron la perspectiva de la Humanidad. Cuando pensamos en el cosmos, inevitablemente nos sentimos enanos. Hormigas. Ridículamente insignificantes.
Baby Charlotte es demasiado joven y crecerá en un mundo donde los libros y los maestros le digan que el Sistema Solar tiene ocho planetas, ni uno más, ni uno menos (y ahora que lo pienso, nunca pisará las Torres Gemelas de Nueva York. Quizá un día vayamos juntos al Ground Zero y observará el hueco en donde estaban, y para ella no serán ni siquiera un sueño, sólo algo que se ha retirado, se ha hecho a un lado, se ha ocultado un momento, está quieto, pasa el aire de una orilla a nado y está en todas partes en secreto… parafraseando a Sabines). Cuando coloree sus pelotitas de unicel en esa predecible tarea escolar, sólo serán ocho. Y se perderá el gozo de saber que, allá afuera, tan lejos que no se puede ver con el ojo desnudo, había un noveno planeta que le daba dolores de cabeza a los científicos y que era tan renegado, tan extraño y tan peculiar, que decidieron reclasificarlo y despojarlo de su título nobiliario. Por supuesto, ahí seguirás. Y Baby Charlotte sabrá de tu existencia. Pero no te llamará planeta. Pequeña diferencia.

Quizá un día las cosas cambien y se reconsidere esta decisión tomada por hombres, hombres tomando café en Praga, a miles de millones de kilómetros de ti. Hasta ese día, querido Hades, adieu. Mantenemos la promesa de hacer un picnic en Plutón.

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